La gente andaba dividida a causa de Él.
Unos le tienen por profeta. Otros opinan que sí, que Jesús es el Mesías, aunque hay quienes, recurriendo a las Escrituras, aducen que el Mesías no puede venir de Galilea. Los guardias enviados por los sumos sacerdotes para arrestarle, vuelven seducidos por Jesús: Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre.
El Evangelio de hoy nos presenta a un Jesús muy solo. La inmensa mayoría de los habitantes de Jerusalén han oído hablar de Él; incluso opinan sobre Él, pero viven totalmente ajenos a Él. Es decir, como en nuestros días. ¡Cuántas cosas se dicen hoy sobre Él en libros, películas y medios de comunicación! Razón tenía el anciano Simeón con aquello de signo de contradicción.
Entre tanta indiferencia aparece Nicodemo, el que había ido anteriormente de noche a Jesús; trata de defenderle: ¿Acaso nuestra ley juzga a un hombre sin haberle antes oído y sin saber lo que hace? Nicodemo admira a Jesús, pero el miedo y el respeto humano le condicionan. No ha madurado. A su camino de fe le queda un largo recorrido. Por ahora, se acobarda y se calla ante la opinión mayoritaria de sus colegas. Solamente al final, cuando vea a Jesús colgado de la cruz, se deshará de toda traba y se portará como fiel seguidor de Jesús (Jn 19, 39).
El Papa Francisco comenta: Ante la dictadura del pensamiento único, lo que pide el Señor es vigilar y rezar; no ser tontos, no comprar cosas que no sirven y ser humildes y rezar para que el Señor nos dé siempre la libertad del corazón, abierto para recibir su Palabra que es promesa, alegría y alianza. Y con esta alianza ir adelante.
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