16/06/2025 Lunes 11 (Mt 5, 38-42)
- Angel Santesteban
- 15 jun
- 2 Min. de lectura
Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no resistáis al mal.
Jesús invitándonos de nuevo a ir más allá de la ley. Quienes tratamos de identificarnos con Él debemos amar a quienes nos quieren mal. Será un amor que no tendrá mucho de sentimiento, pero tendrá mucho de perdón, de respeto, de acogida. El punto de referencia de la vida del cristiano no es la ley o la justicia de los hombres; no es la justicia del ojo por ojo y del diente por diente. El punto de referencia de la vida del cristiano es la justicia de Dios; justicia que se confunde con la gratuidad absoluta del amor hecho perdón.
Jesús trata de romper la espiral de violencia de modo que la paz reine por dentro y por fuera. Con la llegada de Jesús y su reino de los cielos, se instaura como norma de vida el amor de Dios: amor ilimitado que rompe las normas del sentido común humano.
Cuando vivimos bajo la acción del Espíritu, las heridas provocadas por las ofensas cicatrizan pronto; No nos dejamos arrastrar por la miseria de quien nos hace daño. Así, armados de paciencia y fe, desarmamos al enemigo: No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien (Rm 12, 21).
El abandono de toda violencia y agresividad comienza con lo exterior: obras, palabras, actitudes. Luego continúa esterilizando las raíces interiores. La cosa llega incluso a superar las prisas y vivirlo todo en la tranquilidad de quien cree en el Señor de tiempos y personas. Erradicar la violencia es una de las señales más visibles de la acción del Espíritu en nosotros.
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