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16/07/2024 Nuestra Señora del Carmen (Jn 19, 25-27)

Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

Desde aquella hora. Es la hora cumbre de la historia, la hora central de la creación, la hora de la manifestación suprema del amor de Dios. Un Dios que tanto ama al mundo que nos da a su Hijo, Jesús, que muere por nosotros en la cruz. Dios ha querido que una humilde muchacha de Nazaret sea parte esencial de este maravilloso plan de Dios como madre de Jesús. Y Jesús ha querido dárnosla como madre a todos nosotros en la persona de Juan: Ahí tienes a tu madre. Es el mejor de los regalos.

Los santos más universales del Carmelo, santa Teresa, san Juan de la Cruz y santa Teresita, identifican plenamente a la Virgen del Carmen con la madre de Jesús tal como aparece en los Evangelios desde la Anunciación en Nazaret hasta la muerte de Jesús en el Calvario. Es significativo que los principales santos del Carmelo, grandes devotos de la madre de Jesús, no muestren interés por algunos aspectos de la devoción a la Virgen del Carmen.

Escuchemos, por ejemplo, a santa Teresita: Para que un sermón sobre la Virgen me guste y me aproveche, tiene que hacerme ver su vida real, no su vida imaginaria; y estoy segura de que su vida real fue extremadamente sencilla. Nos la presentan inaccesible. Habría que presentarla imitable. Habría que decir que ella vivía de fe, igual que nosotros, y probarlo por el Evangelio donde leemos: No comprendieron lo que quería decir. Y esta otra frase no menos misteriosa: Sus padres estaban admirados por lo que se decía del niño. Está bien hablar de sus privilegios, pero sin insistir en ello. Y si en un sermón nos vemos obligados a exclamar desde el principio hasta el final: ¡oh! ¡oh!, acaba uno harto.

La Virgen del Carmen, la madre de Jesús, nos invita en este día de su fiesta a renovar y reavivar nuestra devoción hacia ella siguiendo el ejemplo de nuestros grandes santos. ¿Cómo hacerlo? Santa Teresita nos lo dice con estos inspirados versos: Contemplando tu vida según los Evangelios, - ya me atrevo a mirarte y hasta a acercarme a ti; - y me resulta fácil creer que soy tu hija, - pues te veo mi igual en sufrir y morir.

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