Acudid a mí, los que andáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
La fiesta del Cuerpo y de la Sangre del Señor de hace unos días y la fiesta del Sagrado Corazón de hoy, son fiestas del Amor. La del Corpus acentúa más la divinidad, la del Sagrado Corazón la humanidad. Contemplando las imágenes de Jesús que muestran el corazón abierto por la lanza del soldado, recordamos las palabras del discípulo amado: Nos amó hasta el extremo (Jn 13, 1).
El amor es algo maravilloso: entre marido y mujer, entre familiares, entre amigos. Pero el amor humano tiene la gran limitación del egoísmo presente en todos. Por eso nos resulta imposible darnos plena y gratuitamente a la persona amada. El amor de Dios no tiene limitación alguna. San Pablo lo sabe bien y dice exultante: Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?... ¿Quién nos separará del amor de Cristo?...Por eso que nada ni nadie podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Jesús. Por eso que en todo salimos más que vencedores gracias a aquel que nos amó (Rm 8).
También el discípulo amado lo sabe. Él, presente al pie de la cruz, contempla el corazón abierto de Jesús y hace suyas las palabras del profeta Zacarías: Mirarán al que traspasaron. Es el momento de la suprema manifestación de la gloria de Dios. Todos mirarán; todos cabemos en ese corazón. Como dice Pablo, Dios tuvo a bien reconciliar por Él y para Él todas las cosas; todos los seres de la tierra y de los cielos (Col 1, 19-20). TODOS.
La fiesta del Corazón de Jesús es una invitación a la contemplación del Amor, principio y fin de todo lo que existe. Es una invitación a una intensa interioridad, como la de la madre de Jesús que lo meditaba todo en su interior y así percibía y solucionaba como nadie las necesidades de los demás. Es una invitación y un estímulo a vivir en la alabanza y el agradecimiento.
Todos (sin excepción) cabemos en el Sagrado Corazón de Jesús. ¡Qué maravilla!: TODOS. El amor de Dios es incondicional, infinito y gratuito. Dios es amor y SÓLO PUEDE AMAR (a todos).
¡Gloria a Dios¡