¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios!
Deberíamos tener la sabiduría y la humildad de escuchar estas palabras como dirigidas también a nosotros. Producirán una saludable sacudida que nos evitaría instalarnos en la complacencia. Porque todos tendemos a poner más atención en acciones puntuales que en actitudes poco evangélicas que preferimos ignorar. Esto es típico de una falsa religiosidad, escrupulosa en lo secundario y negligente en lo esencial.
Actualicemos y personalicemos las palabras de Jesús. Por ejemplo así:
- Ten cuidado, porque es posible que, en ocasiones, estés más pendiente de leyes y normas que de tus prójimos.
- Ten cuidado, porque no sabes adaptarte a los ritmos de Dios con sus hijos y pretendes que todos sigan el ritmo que marcas tú.
- Ten cuidado, porque te resulta sencillo ponerte a ti mismo como punto de referencia y pretender que el Espíritu habla en ti.
- Ten cuidado, porque a pesar de tu vida de piedad, hay en ti un grave desconocimiento de las fuerzas negativas que motivan tus acciones.
Le pedimos al Señor que nos dé en abundancia lo que nos saca de la mentira y nos establece en la verdad: la humildad. Escribe Santa Teresa: Humildad es andar en verdad. Que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada. Y quien esto no entiende anda en mentira. Quien más lo entienda agrada más a la suma Verdad, porque anda en ella. ¡Plega a Dios nos haga merced de no salir jamás de este propio conocimiento, amén! (6M 10, 7).
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