Los fariseos le preguntaron cuándo iba a llegar el reinado de Dios y Él les respondió: La llegada del reinado de Dios no está sujeta a cálculos. Ni dirán: mÃralo aquÃ, mÃralo allÃ. Pues está dentro de vosotros.
No solo los fariseos; todos pensaban que lo del reinado de Dios era cosa de la tierra y cosa del futuro. Recordemos cómo, incluso después de la resurrección, los discÃpulos preguntan: Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanÃa de Israel? (Hechos 1, 6). También nosotros, cuando hablamos del reinado de Dios, solemos pensar en el más allá de la muerte. Pero Jesús nos dice: El reinado de Dios está dentro de vosotros.
Lo habÃa anunciado el Bautista: ArrepentÃos, que está cerca el reinado de Dios (Mt 3, 2). Lo habÃa corroborado Jesús al comenzar su vida pública: ArrepentÃos que está cerca el reinado de Dios (Mt 4, 17).
El reinado de Dios es el tema central de su predicación. Antes de su realización definitiva al final de los tiempos, los comienzos del reinado de Dios son humildes, muy humildes; lo vemos desde Belén hasta la cruz. La puerta de entrada al reinado de Dios es la fe.
Tenemos modelos en los que inspirarnos para disfrutar de la presente realidad del reinado de Dios. Como san Pablo: Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones…, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado (Ef 1, 3-6). O como san Juan: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado todavÃa lo que seremos (1 Jn 3, 1-2).