Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre.
El Evangelio de Juan gira todo él en torno a la hora; igual que el universo y la historia entera, desde la creación hasta el fin del mundo. Al principio, en Caná, la hora de la glorificación del Hijo del Hombre no había llegado todavía. Ahora sí ha llegado la hora de la manifestación suprema del amor de Dios por nosotros con la muerte de Jesús en la cruz: Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí. El Evangelio de Juan es histórico en su sentido más auténtico por ser la más cabal interpretación de la historia.
Os aseguro que, si el grano de trigo caído en tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
Como diciendo: si queréis comprenderme, mirad el grano de trigo que muere en la tierra, es decir, mirad la cruz. La cruz que es amor, servicio, entrega sin reservas (Papa Francisco). Jesús, poniéndose a sí mismo como ejemplo, nos invita a morir, a salir de nosotros mismos, a dejar de ocuparnos de lo nuestro, sea material o espiritual.
Ahora comienza el juicio de este mundo y el príncipe de este mundo será expulsado.
Jesús habla del mundo en sentido negativo cuando lo mira como encarnación de las fuerzas del mal. Pero habla del mundo en sentido positivo cuando lo ve como objeto del amor de Dios destinado a ser salvado: Tanto amó Dios al mundo (Jn 3, 16).
Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.
Fueron pocos los que en aquel momento fueron atraídos hacia Él; igual que ahora. Esto es lo que perciben los sentidos. Pero la realidad, percibida por la fe, es otra. La realidad es que todo fue creado por Él y para Él; y que todo tiene en Él su consistencia; y que toda rodilla se doblará ante Él en los cielos, en la tierra y en los abismos; y que toda lengua proclamará que Cristo Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre.
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