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17/05/2024 Viernes 7º de Pascua (Jn 21, 15-19)

Simón de Juan: ¿Me amas más que éstos?

Escuchamos la pregunta de Jesús como dirigida a cada uno de nosotros. No percibimos en ella sombra de reproche. Al contrario, la vemos envuelta en un halo de cariño, como el del abrazo del padre al pródigo. Jesús repite la pregunta tres veces. Es una delicada invitación a salir de nosotros mismos y a confiar solamente en Él. Más maduros ahora, como Pedro, gracias a las negaciones y las lágrimas y el cariño de Jesús, olvidamos de conjugar el verbo y la vida en primera persona, y decimos: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Y, con Pedro, continuamos escuchando a Jesús que continúa invitándonos a salir de nosotros mismos.

Cuando eras joven tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras.

Nuestra existencia ha sido una lucha por el control de la vida; de la nuestra y de la de nuestros prójimos. Pero para todos llega el tan importante y delicado momento en que el Señor nos empuja a rendirnos, abandonando las armas con las que hemos luchado.

Sucede cuando acumulo pérdidas y disgustos. Pérdidas que, a la larga, se convierten en ganancias. Porque entonces dejo de aferrarme a mis ideas y opiniones. Entonces acepto serenamente las ideas u opiniones de otros, aunque parezcan peores que las mías. Entonces desaparece la negatividad y me reconcilio con mi pasado. Entonces domina el amor y desaparece el temor. Entonces hago mías, como nunca antes lo había hecho, las palabras del salmista: Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él (Salmo 34, 9).

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