17/09/2025 Miércoles 24 (Lc 7, 31-35)
- Angel Santesteban
- hace 3 horas
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Jesús ha hecho el gran elogio del Bautista: Entre los nacidos de mujer, ninguno mayor que él. Pero ha lamentado que fariseos y escribas, al no aceptar su bautismo, frustraron el plan de Dios sobre ellos. Y se pregunta:
¿Con qué compararé a los hombres de esta generación?
Al hablar de esta generación, Jesús no se refiere al pueblo en general, sino a fariseos y escribas. En otra ocasión expresará la amargura que le producen estos señores tan religiosos y observantes: ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo evitaréis la condena del fuego? (Mt 23, 33).
Son como niños sentados en la plaza.
Jesús menciona mucho a los niños. Nos los presenta como maestros de vida: Si no os hacéis como niños no entraréis en el reino de los cielos (Mt 18, 3). Hoy, sin embargo, nos presenta a un grupo de niños caprichosos que representan la actitud de vida que nunca debe darse en un seguidor de Jesús. La palabra clave que define esa actitud es: sentados.
Los sentados, los instalados, no se mueven, no siguen a Jesús, el Camino. Los que se creen en posesión de la verdad han perdido la capacidad de escuchar y de cambiar: La experiencia nos enseña que, con bastante frecuencia, las personas más fanáticamente inmovilistas son precisamente quienes en lo político y en lo religioso manifiestan singularmente su fanatismo y su intransigencia… Los más incapacitados para seguir a Jesús son aquellos que ya saben todo lo que tenían que saber en materia de religión (J.M. Castillo).
El Bautista predica ascetismo; escribas y fariseos le cuelgan el sambenito de endemoniado. Jesús disfruta la comensalidad; le cuelgan el sambenito de vividor. ¿De qué sirve ser, como fariseos y escribas, perfectos cumplidores de la ley si no descubrimos la belleza del Reino?
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