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18/09/2025 Jueves 24 (Lc 7, 36-50)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • hace 2 horas
  • 2 Min. de lectura

Un  fariseo lo invitó a comer.

Es el primero de los personajes de este Evangelio. Se llama Simón. Hombre conocido y respetado en la ciudad, piadoso e inteligente. En su mesa se observan escrupulosamente las normas religiosas y los buenos modales. Como vive satisfecho con las metas alcanzadas, ha perdido la capacidad de escuchar y de cambiar. Todo es correcto en su vida. Como no se siente pecador, no siente necesidad de Dios.

Había en la ciudad una mujer pecadora pública.

Es el segundo de los personajes de este Evangelio. No sabemos su nombre. Es una mujer rechazada por la gente de bien. Entra en casa del fariseo Simón sin pedir permiso. No pronuncia palabra. Solamente hace unos gestos que escandalizan: moja con sus lágrimas los pies de Jesús, los besa y los seca con su cabellera. No llora de pena por sus pecados; llora de agradecimiento sabiéndose querida y perdonada.

Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas y otro cincuenta. Como no podían pagar, les perdonó a los dos la deuda. ¿Quién de los dos le tendrá más afecto?

La parábola resume perfectamente el episodio. Expresa bien las dos maneras tan diferentes de entender la vida cristiana. ¿Habría entendido Simón la lección? ¿La entendemos nosotros? ¿Podemos entender el Evangelio de la gracia y de la misericordia los que, quizá, vivimos el evangelio de la ley y de la espada?

 

Las palabras finales de Jesús suenan escandalosas: Al que se le perdona poco, poco afecto siente. A mayor pecado, mayor perdón y mayor amor.

Difícil asimilar el mensaje de Jesús. Difícil aceptar que Dios nos quiera fieles no a la ley o a la santidad, sino a la misericordia: Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso (Lc 6, 36).

 
 
 

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