18/12/2024 Miércoles 3º de Adviento (Mt 1, 18-24)
- Angel Santesteban
- 17 dic 2024
- 2 Min. de lectura
El nacimiento de Jesucristo sucedió así: su madre, María, estaba prometida a José, y antes del matrimonio, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo.
No sabemos cómo se entera José del embarazo de María. Sí que sabemos cómo reacciona ante algo tan doloroso para él. Es cierto que también a José se le aparece el ángel del Señor. Pero la suya es una revelación nublada: sucede mientras duerme; se trata de un ángel anónimo; no puede hacer preguntas…
La figura de José es de gran actualidad para el seguidor de Jesús. Nos ayuda a dirigir la atención al Jesús que pasó casi toda su vida en un perfecto anonimato, a la sombra de su padre José. La figura de José es de especial actualidad en nuestros días, al vernos asaltados por tantos ruidos que matan el silencio; por esta cultura del ruido y del hablar. La exterioridad se empeña más que nunca en ahogar la interioridad.
José se había hecho a la idea de una vida sencilla y apacible. Pero su sueño se desvaneció con la irrupción misteriosa de Dios en su vida. José creyó y obedeció, sin llegar a ver nada, sin entender nada. Lucas dirá: Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. José nunca hizo preguntas ni pidió explicaciones. Es el hombre de fe en estado puro.
Contemplando a José aprendemos a leer los acontecimientos en profundidad, va más allá de las apariencias; siempre a la luz de la Palabra de Dios
Dice el Papa Francisco: José confía totalmente en Dios, obedece las palabras del ángel y se lleva a María con él. Fue precisamente esta confianza inquebrantable en Dios la que le permitió aceptar una situación humanamente difícil y, en cierto sentido, incomprensible.
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