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19/07/2024 Viernes 15 (Mt 12, 1-8)

Al verlo, los fariseos le dijeron: Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado.

Jesús, con sus discípulos, disfrutan del día del descanso semanal paseándose entre los campos de cereal prontos para la cosecha. Algunos arrancan espigas y se las comen; cosa prohibida por alguna de tantas leyes que regulaban el sábado. Los fariseos, escrupulosos cumplidores de la ley, se lo echan en cara a Jesús.

Estos fariseos son personas profundamente religiosas, profundamente convencidas de lo correcto de sus ideas y de sus vidas. Pero tienen un corazón pequeño y unos horizontes limitados. Tanto que son capaces de pensar que hacen un servicio a Dios matando a infieles y descreídos.

¡Qué lejos del corazón grande y de los horizontes ilimitados de Jesús! Él nunca impone nada; solamente propone. Aunque, excepcionalmente, sí que impone su voluntad sin conceder derecho a réplica: Sígueme. Pero son muy contadas ocasiones. Lo normal es que a cada uno, hombre o mujer, judío o pagano, le deje continuar con su vida. Se comporta así porque sabe que todos, lo sepamos o no, estamos en las mejores manos porque Dios es padre de todos.

Por eso que en su corazón cabemos todos; por eso que sus horizontes son ilimitados. Por eso que todos nosotros, sus seguidores, debemos tratar de tener un corazón como el suyo, lleno de misericordia y vacío de intransigencia o intolerancia. Por eso que un verdadero creyente no debe apenarse ante tantos no creyentes. Por eso que el favorecido con una fe más evangélica no debe exasperarse ante quienes, como aquellos fariseos, practican la religión de la ley.

Si comprendierais lo que significa: misericordia quiero y no sacrificios, no condenaríais a los inocentes.

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