19/11/2025 Miércoles 33 (Lc 19, 11-28)
- Angel Santesteban

- hace 11 horas
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Un hombre noble marchó a un país lejano, para ser nombrado rey y volver. Llamó a diez empleados suyos, les entregó mil denarios y les encargó: Negociad hasta que yo vuelva.
Parábola de las minas. Difiere bastante de la de los talentos de Mateo. Lucas nos ofrece dos parábolas en una: la del rey y la del dinero encargado. El Evangelista trata de aclarar confusiones diciéndonos que estaban cerca de Jerusalén y que la gente creía que el reinado de Dios se iba a revelar pronto.
Jesús sube a Jerusalén para padecer y ser glorificado; para recibir el cetro real. No es una realeza como la que tienen en mente pueblo y discípulos. Durante su ausencia tendremos que dedicarnos a las tareas que Él nos ha encomendado. Y tendremos que hacerlo como si todo dependiera de nosotros, conscientes de que todo depende de Él. Porque, sin mí no podéis hacer nada (Jn 15, 5).
Se presentó el tercero y dijo: Aquí tienes tu dinero, que he guardado en un pañuelo. Te tenía miedo porque eres riguroso.
Hay imágenes de Dios que liberan, como hay imágenes de Dios que bloquean. Hay fuentes de vida espiritual que conducen al miedo, como hay fuentes que conducen a la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Santa Teresita supo recurrir a la fuente más liberadora: Solo tengo que poner los ojos en el santo Evangelio para respirar los perfumes de la vida de Jesús y saber hacia dónde correr.
Y a esos enemigos míos, que no querían que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí.
San Pablo dice lo mismo con otras palabras: Una vez despojados los principados y las potestades, los exhibió públicamente en su cortejo triunfal (Col 2, 15).
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