Vosotros orad así: Padre nuestro que estás en el cielo.
El Padrenuestro tiene como punto de referencia, de principio a fin, al Padre, (sería más correcto decir Papá, ya que Jesús usa la palabra ABBÁ, la que usaba de bebé con su padre José). PAPÁ, y NUESTRO; filiación y fraternidad. Que nuestro ser de hijos muy queridos, va indisolublemente unido a lo de ser todos hermanos.
Si la primera parte del Padrenuestro se centra en Abbá, la segunda, a partir del danos hoy nuestro pan de cada día, se centra en nuestras necesidades; en todo lo que necesitamos para vivir bien: el pan, el perdón, la salud integral. ¿Quizá nosotros habríamos cambiado el orden, primero lo nuestro y luego lo de Dios?
Es bueno acostumbrarse a rezar el Padrenuestro, al menos de vez en cuando, con mucha calma, sin prisa alguna. Así reavivamos con corazón agradecido nuestra conciencia de hijos muy queridos, y nos hacemos más gozosamente conscientes de nuestra total dependencia de Él, y nos apropiamos un poco más de la maravillosa realidad de la gratuidad. Así también reanimamos nuestros deseos de acrecentar la atención a los prójimos, entendiendo que todos somos uno en Abbá.
Para orar bien el Padrenuestro será bueno también que tratemos de identificarnos en lo posible con el corazón de Jesús y con sus sentimientos. Lo hacemos acompañándole cuando por la mañana se retiraba a un lugar solitario para encontrarse con Abbá. Que la imaginación nos lleve a la contemplación.
Para orar bien el Padrenuestro es bueno también tratar de convertirnos en el corazón de la humanidad entera, tan necesitada de pan, de perdón y de salud, pero que recorre los caminos la vida de modo tan errático, como ovejas sin pastor.