20/06/2025 Viernes 11 (Mt 6, 19-23)
- Angel Santesteban
- 19 jun
- 2 Min. de lectura
No acumuléis tesoros en la tierra, donde roen la polilla y la carcoma, donde los ladrones perforan paredes y roban.
Son varias las parábolas en las que Jesús denuncia la insensatez de quien se deja atrapar por la codicia. Por ejemplo, la del rico necio (Lc 12, 16) o la del pobre y el rico (Lc 16, 19). Recordemos también la imposibilidad de que un camello pase por el ojo de una aguja. O aquello de no podéis servir a Dios y al dinero (Mt 6, 24); esto significa que tampoco es posible servir a Dios y a los prójimos.
No acumuléis tesoros. Jesús no pide deshacernos de esos tesoros; pide que los compartamos. O viviremos con un corazón corrompido y unos ojos ciegos.
El ojo suministra luz a todo el cuerpo: por tanto, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz.
Pero, ¡atención!, que no solo la codicia nos priva de una buena visión. La ceguera puede darse en personas de vida ascética. Podríamos ser sobrios y austeros y vivir en la oscuridad. Sucede si no cultivamos una buena interioridad. La buena interioridad, la que nos procura unos ojos sanos, está iluminada por la Palabra de Dios. Sin interioridad, o con una interioridad centrada en uno mismo, viviremos en la oscuridad: Y si tu fuente de luz está a oscuras, ¡qué terrible oscuridad! Esta oscuridad se pone de manifiesto viendo la brizna en el ojo del hermano y no reparando en la viga que hay en el nuestro (Mt 7, 3).
Centrados en nosotros mismos, viviremos privados de luz. Nuestros ojos, saturados de la propia miseria, serán incapaces de abrirse a la gratitud, a la alabanza, a la gratuidad.
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