El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo.
Nunca se le ocurre a Jesús decir que el Reino se parece a un funeral. Habla de funeral cuando piensa en la austera religiosidad del Bautista: Hemos cantado endechas y no habéis hecho duelo (Mt 11, 17). Le gusta a Jesús la imagen del banquete; recurre a ella con frecuencia. Banquete es sinónimo de convivialidad, de alegría, de encuentro gozoso. Lo correcto es presentar el mensaje cristiano en clave de fiesta.
Id, pues, a los cruces de los caminos y a cuantos encontréis, invitadlo a la boda… Y la sala de bodas se llenó de comensales.
Los primeros invitados, el pueblo judío, no acude a la fiesta. Pero el rey no la suspende, sino que invita a todo el mundo; a malos y buenos sin distinción. No es necesario ningún requisito. Es más, el pasaje paralelo de Lucas dice: obliga a entrar hasta que se llene mi casa (Lc 14, 23).
Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?
Primero no se pide nada; ahora se exige traje de boda. Parece contradictorio. Se entiende si pensamos que el traje de boda está disponible en el vestíbulo de la casa. Dice Pablo: Revestíos del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias (Rm 13, 14). El hombre sin traje de boda representa al cristiano severo y austero que no sabe de fiesta; como el hermano mayor del pródigo.
El Papa Francisco hace esta reflexión: Donde os encontréis, no construyáis muros ni fronteras, sino plazas y hospitales de campaña. Siempre cercanos a los más abandonados, los imperfectos. Deseo una Iglesia alegre con rostro de madre, que comprenda, acompañe, acaricie.
Comments