Él tiene que crecer y yo tengo que menguar.
Son las palabras finales del testimonio de Juan Bautista sobre Jesús. Él es plenamente consciente de encontrarse en el ocaso de su vida y de su misión. Lo acepta con toda naturalidad; incluso con alegrÃa: Quien se lleva a la novia es el novio. El amigo del novio que está escuchando se alegra de oÃr la voz del novio. Y en esto consiste mi gozo colmado. El Bautista está encantado de ser el amigo del novio, Jesús.
El Bautista es un hombre de mente sabia y de corazón grande. Es un modelo especialmente apropiado para personas mayores llamadas, también ellas, a menguar para que otros crezcan. Cosa no tan sencilla. Son muchos los que se apegan con fuerza al pasado y se cierran a lo nuevo. O se encierran en sà mismos distanciándose de las nuevas realidades. Asà es cómo se vuelven intolerantes y duros con las nuevas generaciones. Puede que sean moralmente intachables, pero están lejos de irradiar amabilidad en su entorno. Estamos hechos de forma que alcanzamos la plenitud menguando, despojándonos del propio yo, de modo que ese espacio liberado sea ocupado por el Señor y por nuestros prójimos.
Él tiene que crecer y yo tengo que menguar.
La etapa final de la vida es la más apropiada para crecer por dentro, y entender, vivir y disfrutar la gratuidad. Como el Bautista, nada de encerrarnos en nostalgias o pesimismos. Más bien vivir en la alabanza y el agradecimiento, siempre abiertos a los nuevos tiempos: Cantaré al Señor mientras viva, tañeré para mi Dios mientras exista (Salmo 104, 33).