¿Por qué los discÃpulos de Juan y de los fariseos ayunan y tus discÃpulos no?
Jesús ha comenzado su vida púbica proclamando que el Reino de Dios está cerca y que tenemos que convertirnos y creer en el Evangelio (Mc 1, 15). Quienes le escuchan son gentes de mucha religión. Pero hay cosas que no encajan en sus moldes religiosos; creen que Jesús y su grupo lo toman todo demasiado a la ligera. Hablan de ayunos con caras largas. Digamos, en su descargo, que no es fácil asumir la enorme novedad de Jesús. Ni lo fue entonces, ni lo es ahora. En verdad, los moldes u odres viejos parecen más serios que los nuevos. Por desgracia son muchos, con religión o sin religión, que viven una vida sin alegrÃa, rutinaria, monótona. Y como no albergan algo importante en su interior, necesitan la importancia exterior.
¿Es que pueden ayunar los amigos del novio mientras el novio está con ellos?
A Jesús le gusta hablar de novios y de bodas con cara alegre. La fiesta de un banquete de bodas, sin vino, es menos fiesta; la fiesta de la vida, sin la alegrÃa del Evangelio, es menos vida. Y Él vino precisamente para eso: para que todos tengamos vida en abundancia.
En el Evangelio de ayer veÃamos a Madre e Hijo actuando en Caná para que a nadie faltase la alegrÃa de la fiesta. Los amigos del novio no podemos ayunar mientras tenemos al novio con nosotros. Pero es evidente que llegará el dÃa en que nos arrebatarán al novio, y entonces ayunaremos. A todos nos toca vivir momentos de ausencia del novio; momentos de gran oscuridad. Jesús lo experimentó en GetsemanÃ: Dios mÃo, Dios mÃo, ¿por qué me has abandonado? (Mc 15, 34).