Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de Él, pues decÃan: Está fuera de sÃ.
Hace unos dÃas éramos testigos de la visceral oposición de los fariseos a Jesús. Hoy asistimos a la oposición por parte de sus parientes. Se trata de una oposición, dirÃamos, benévola; pero es oposición. No sabemos cómo acabó la cosa. Aunque, a juzgar por lo que leemos más adelante (vv 31-35), los familiares no consiguieron su propósito. Jesús, que no se dejó intimidar por la autoridad religiosa, tampoco permitió que sus familiares le domasen.
Humanamente hablando, la razón parece estar de parte de los familiares; la razón y el sentido común. Pero es que lo de Jesús, lo nuestro, tiene poco que ver con la razón y con el sentido común. Nuestra fe, nuestra esperanza, nuestra caridad, desbordan los lÃmites de los criterios humanos. San Pablo dice: Hablamos de una sabidurÃa de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios antes de los siglos para gloria nuestra, desconocida de todos los jefes de este mundo… El hombre, naturalmente, no acepta las cosas del EspÃritu de Dios; son locura para él. Pero nosotros tenemos la mente de Cristo (1 Cor 2, 7-16).
No cabe duda de que, para el no creyente, todo lo referente a Jesús tiene un toque de locura. Los creyentes harÃamos bien en preguntarnos si es evidente en nosotros ese toque de locura. ¿O, quizá, hemos dejado de llamar la atención por nuestras conductas normales y correctas?
Jesús rompÃa los esquemas sociales. ProponÃa a un Dios cercano y misericordioso frente al Dios lejano y ausente del judaÃsmo; iba contracorriente (Papa Francisco). Asà nosotros. Encontraremos personas cercanas que no entienden lo nuestro. Pero seguiremos el ejemplo del Maestro.