Yo lo he visto y atestiguo que Él es el Hijo de Dios.
Es una afirmación fuerte, muy fuerte. Los argumentos del Bautista carecen de valor para quien funciona con la razón y carece de fe. El Bautista ve venir a Jesús a quien no conoce, y dice haber visto al EspÃritu Santo que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él. No son argumentos razonables.
Fueron muchos los que acompañaban al Bautista y en Jesús no vieron sino a un hombre. Son muchos hoy los que nos acompañan y no creen en Jesús, Hijo de Dios… Hay, además, otros que dicen creer, pero es una fe fruto de la tradición más que de la experiencia personal.
El creyente, como el Bautista, no necesita esfuerzo alguno para ser testigo de Jesús. El testimonio genuino brota de la hondura y de la gratuidad de la experiencia. Sin esa experiencia personal, las palabras sonarán huecas, porque no salen de lo profundo del corazón.
Comenta el Papa Francisco: La Buena Noticia del Evangelio más que apalabrar se encuerpa y da testimonio de ella más que un imperativo ético; es un don del EspÃritu que nace del agradecimiento y la alegrÃa. Por eso el hombre y la mujer testigo lo son desde una experiencia de radical humildad y confianza en un Amor mayor que les sostiene y sobrepasa.
Si soy cristiano, soy testigo. Mi actitud ante mi mundo, grande o pequeño, no se inspirará en la ciudad bien defendida y amurallada; mi actitud se inspirará en la ciudad abierta y acogedora. El proselitismo cristiano usa el poder de la atracción, no el poder de la coacción; la atracción que ejerce la paz, la libertad y la entrega del creyente.