Jesús se volvió y, al ver que lo seguÃan, les pregunta: ¿Qué buscáis?
Al Evangelista Juan le encanta hacer reflexiones profundas a partir de hechos históricos; cualquier pequeño evento queda transfigurado. Y como eleva todo a la categorÃa de lo inefable, es preciso aprender a interpretarle. Es el caso de esta página de la llamada de los primeros discÃpulos, que ha sido convertida en un denso minitratado sobre la vocación del cristiano. El camino de fe comienza con el encuentro personal. Sin esto, no hay camino; lo cristiano no será cristiano. Será tradición o cultura; nada más.
Para aquellos dos primeros discÃpulos, Andrés y Juan, aquel dÃa marcó sus vidas. Lo recordarán con todo detalle: Eran las cuatro de la tarde. ¿Qué buscaban? Su maestro, Juan Bautista, les habÃa dicho cuando Jesús pasaba: He ahà el Cordero de Dios. Estas palabras, para un israelita, tenÃan un significado enorme. Y siguen a Jesús, y se quedaron con Él aquel dÃa. Encontraron lo que buscaban. Andrés dirá luego a su hermano Simón: Hemos encontrado al MesÃas.
Andrés y Juan encontraron a Jesús gracias al Bautista. Después fueron ellos los que llevaron a otros al encuentro con Jesús. Es que la fe auténtica tiene su qué de contagiosa o deseable. Los creyentes vemos a veces una sombra de envidia en los ojos de quienes nos miran. Un sabio agnóstico solÃa repetir a sus amigos cristianos: Vosotros tenéis la suerte de creer.
Debo recordar siempre que mi fe es tan mÃa como de los demás; lo sabÃan bien aquellos cuatro hombres que llevaron a su amigo paralÃtico hasta Jesús. Mi fe en Jesús debe afectar a todo el mundo, comenzando por el pequeño mundo de mis relaciones.