Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. DecÃa: Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. ConvertÃos y creed en el Evangelio.
Se ha cumplido el tiempo. Es desde aquÃ, desde ahora, desde Jesús, que debemos contemplar el pasado y el futuro. Él es el núcleo del tiempo; un núcleo que se fusiona con la eternidad.
ConvertÃos. También el Bautista predicaba la conversión. Pero el Bautista invitaba al oyente a mirarse a sà mismo para mejorar su conducta. Jesús, no; Jesús invita a mirarle a Él despreocupándose de uno mismo: Quien quiera seguirme, niéguese a sà mismo, cargue con su cruz y me siga (Mc 8, 34). Niéguese a sà mismo; despreocúpese de sà mismo; ponga sus ojos solamente en mÃ. Porque si buscáis ante todo el reino de Dios, lo demás os lo darán por añadidura (Mt 6, 33).
Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron.
Primero ha sido el turno de los hermanos Simón y Andrés; después, de los hermanos Santiago y Juan. Les ha dicho: Venid conmigo y os haré pescadores de hombres. Los cuatro lo han dejado todo y han seguido a Jesús. Los cuatro pueden ser considerados, desde el principio, discÃpulos incondicionales. A ellos mismos les parecerá que más no se les puede pedir. Pero aprenderán pronto que les queda mucho camino por recorrer. Dice el Papa Francisco que todos estamos llamados en todo momento a superar una religiosidad rutinaria y descontada, reavivando el encuentro con Jesús. No cabe duda que el Jesús de Pedro de su primera época, se parece poco al Jesús de Pedro de después de la cruz, resurrección y Pentecostés. Asà sucede con todos nosotros.