Quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
No hablaba desde lo aprendido o leÃdo. Hablaba desde lo que vivÃa; desde su experiencia personal de Dios y de la vida. Además, habÃa una evidente coherencia entre sus palabras y su conducta. Y se implicaba en los problemas y necesidades de los demás, como lo demuestra a continuación.
¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos?
Nosotros. ¿Quiénes? Se les llama de distintas maneras: espÃritus inmundos, demonios, diablos, fuerzas del mal… Al seguidor de Jesús le importa poco quiénes sean o cómo se llamen. El gran creyente que fue Pablo les llama, por ejemplo, principados o potestades: Una vez despojados los principados y potestades, los exhibió públicamente en su cortejo triunfal (Col 2, 15). Por eso que Pablo lo tiene tan claro: Ni los ángeles ni los principados ni criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús (Rm 8, 39).
Jesús, entonces, le conminó diciendo: Cállate y sal de él. Y agitándole violentamente el espÃritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él.
Este exorcismo es una invitación para todo creyente. El creyente, por la fe, pasa a ser partÃcipe de ese señorÃo de Jesús sobre los espÃritus inmundos. No son necesarios montajes o ceremoniales. Basta la fe. Con la fe, en forma de oración callada, actuamos eficazmente contra todo tipo de posesión que lastima o humilla a otras personas.
Dice el Papa Francisco que, para Jesús la autoridad de Dios es inseparable de la autoridad de quienes sufren. Se siente movido a compasión por el EspÃritu de su Abbá que le envÃa y sostiene en la tarea de aliviar el sufrimiento y generar liberación.