Y le vienen a traer a un paralÃtico llevado entre cuatro.
Son cuatro. ¿Parientes? ¿Amigos? Conocen a Jesús y tienen fe en Jesús. Un dÃa deciden tomarse la molestia de cargar con el paralÃtico y presentarlo a Jesús para que le cure. El paralÃtico, que confÃa en ellos, se deja hacer. Es lo único que pone de su parte. Son ellos, los cuatro, los que tienen que superar tantos obstáculos. Pero la decisión es firme y no habrá barrera que les detenga.
Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralÃtico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
Viendo la fe de ellos. Lo que estos cuatro hombres hacen por el paralÃtico se llama intercesión. Todos los creyentes estamos llamados a ser intercesores. Pero, entendamos bien que la cosa no consiste solamente en rezar por alguien manteniéndonos al margen del asunto. La cosa consiste, como lo indica la palabra, en ponernos en medio, en involucrarnos en lo que queremos que el Señor arregle. Como MarÃa al pie de la cruz; como los cuatro amigos del paralÃtico.
Hijo, tus pecados te son perdonados. Es una de las muchas estampas bÃblicas que expresan bien lo que Jesús hace con nosotros siempre que nos perdona. Siempre, sÃ, pero con mayor evidencia cuando lo hace en el sacramento del perdón donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y de los cuerpos (Papa Francisco). ¿Otras estampas bÃblicas?: el abrazo del padre al pródigo, los ojos de Jesús sobre Pedro la noche del gallo…
El perdón rehabilita, elimina parálisis, nos pone en pie, nos infunde vigor, nos hace mirar más hacia el futuro que hacia el pasado: A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.