Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforjas, ni calderilla en la faja.
Jesús envÃa a los Doce en su primera misión. Es un pequeño anticipo de lo que será después su vida entera. Sorprende que Jesús no les instruya sobre lo que tienen que decir, y que insista tanto en lo que pueden y en lo que no pueden llevar consigo. Según Marcos, les permite un bastón; según Mateo (cap. 10) y Lucas (cap. 9), ni siquiera eso. Pequeños detalles aparte, lo que Jesús quiere en sus enviados, aquellos y nosotros, es desprendimiento y sencillez.
El Papa Francisco dice que la evangelización solo será posible por medio del contagio de la alegrÃa. La Bienaventuranza de los pobres de corazón orienta nuestra relación con Dios, con los bienes materiales y con los pobres. Cuánta necesidad tenemos de conversión, de hacer que la lógica del ser más prevalezca sobre la del tener más.
Que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Jesús no les quiere, no nos quiere, instalados. Nos quiere en actitud de caminantes; sin echar raÃces en un lugar; sin estar sujetos a nada ni a nadie. Les pide, nos pide, vestir sencillamente. Ni las asperezas del Bautista ni el aparato de los sumos sacerdotes. Nada de indumentarias que distinguen y distancian. De nuevo el Papa Francisco: El Señor nos urge a salir de los caminos trillados para abrirnos a la novedad del Evangelio en las periferias sociales y existenciales de las que a veces preferimos huir. En este envÃo somos sanados por el poder liberador del sacramento del encuentro y de la projimidad humana, donde el rostro de Dios se nos revela con más nitidez.