¿Cuántos panes tenéis?
Jesús ha compartido su preocupación ante la falta de alimentos de la gente: Siento compasión de esta gente. Los discÃpulos han dado su opinión: ¿Cómo podrá alguien saciar de pan a éstos aquà en el desierto? La solución la da Jesús preguntando: ¿Cuántos panes tenéis? Le responden que siete. HabrÃa sido igual que uno o que cien. La cosa es ponerlo todo, mucho o poco, en sus manos. Asà tiene lugar el milagro: Todos comieron y se saciaron. Ellos, los discÃpulos, son parte del milagro.
¿Cuántos panes tenéis?
Esta pregunta debe interpelarnos a todos. ¿Estamos dispuestos a poner en sus manos lo que tenemos y somos? Seguramente nos veremos incapaces de semejante desprendimiento. ¿Quizá nos vemos incapaces incluso de pedirle que nos libere de esos temores a abandonarnos en sus brazos para vivir en la confianza? Y eso que tenemos claro que solitos no podemos resolver ni los pequeños problemas propios, ni los grandes problemas de la humanidad.
¿Cuántos panes tenéis?
Posiblemente nos vemos tan frágiles e impotentes que nos sentimos tentados a responderle: Ninguno, Señor. Entonces Él nos pedirá que nos acerquemos a Él con las manos vacÃas. Santa Teresita dice: Y si Dios os quiere débil e impotente como un niño, ¿creéis por eso que tendréis menos mérito? Consentid, pues, tropezar a cada paso. Amad vuestra impotencia. Santa Teresita no hace sino copiar a san Pablo cuando dice: Cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte (2 Cor 12, 10).
¿Cuántos panes tenéis?
¿Pocos? ¿Muchos? ¿Ninguno? Importa poco; lo que importa es ponernos a su disposición. El Papa Francisco comenta: El milagro de la multiplicación remita a la lógica de poner en común al servicio del Reino lo que cada uno y cada una es y tiene.