Salió Jesús con sus discÃpulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino les hizo esta pregunta…
Jesús con los discÃpulos. Ellos solos. De camino. Sin prisas. Asà aprenden, poco a poco, a pensar y hablar como Él. Además, les va a hacer una pregunta crucial para su vida y para la vida de todo cristiano.
¿Quién dicen los hombres que soy yo?
Es interesante conocer lo que la gente piensa sobre Jesús; asà somos más inteligentes en nuestros movimientos y acciones. Pero la respuesta que interesa realmente a Jesús es la que damos a su siguiente pregunta.
Y vosotros, ¿quién decÃs que soy yo?
Pedro responde por todos: Tú eres el MesÃas. Buena respuesta. ¿Suficiente? No. Porque Pedro piensa en un mesianismo nacionalista y triunfalista. Por eso Jesús le adoctrina de inmediato: Comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre tenÃa que sufrir mucho… El Papa Francisco escribe: El mesianismo de Jesús no es triunfalista sino compasivo y de vaciamiento de uno mismo. Además, conlleva una dimensión conflictiva. A los discÃpulos les/nos cuesta entender.
Y vosotros, ¿quién decÃs que soy yo?
¿Qué le responderÃa yo a Jesús en este momento? ¿Me atreverÃa a hacer mÃas las respuestas de quienes mejor le han conocido y le han querido? ¡Qué bueno, por ejemplo, poder decir con toda el alma, como Juan: ES EL SEÑOR (Jn 21, 7)! Asà es cómo, apasionados por este Señor de nuestra vida y del universo entero, llegamos a salir de nosotros mismos. ¡Qué bueno poder decir desde lo más hondo del corazón, como Pablo: Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sà mismo por mà (Ef 2, 20)!