Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.
El capÃtulo 34 de Ezequiel comienza con un dolorido clamor de Dios contra los malos pastores: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sà mismos! Pero pronto el clamor pasa a ser maravillosa promesa: Yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él. Jesús es el cumplimiento de la promesa: Yo soy el buen pastor. El buen pastor que toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres (Is 40, 11); el buen pastor que sale en busca de la oveja perdida hasta encontrarla (Lc 15, 4); el buen pastor que conoce a cada una de sus ovejas por su nombre; el buen pastor que da la vida por las ovejas; el buen pastor que ha venido para que todas sus ovejas tengan vida y la tengan en abundancia; el buen pastor que no permite que una sola oveja se pierda porque, cuando hayan sido sometidas todas las cosas a Él, entonces también Él se someterá a Aquel que ha sometido a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos (1 Cor 15, 28).
Tengo otras ovejas que no son de este redil; a ésas tengo que guiarlas para que escuchen mi voz y se forme un solo rebaño con un solo pastor.
Dice el Papa Francisco: El amor de Cristo no es selectivo; abraza a todos... Estas palabras dan fe de su inquietud universal: Él es pastor de todos. Jesús quiere que todos puedan recibir el amor del Padre y encontrar a Dios. Francisco no hace sino glosar a san Pablo: Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim 2, 4). Y en la carta a los Romanos: Por mi vida, dice el Señor, ante mà se doblará toda rodilla, toda boca confesará a Dios (Rm 14, 11).
En verdad, el Señor es mi pastor, nada me falta (Salmo 23).