Guardaos de hacer las obras buenas en público solamente para que los vean; de lo contrario no os recompensará vuestro Padre del cielo.
Las obras buenas. Las principales eran la limosna, la oración y el ayuno. Practicándolas, se conquistaba el favor de Dios. Cosa normal que con esta mentalidad de sabor mercantilista se aprovechasen de las obras buenas para conquistar también el favor de los hombres. Con Jesús las cosas van a cambiar; cuando le pregunten qué deben hacer para obrar las obras de Dios, responderá: La obra de Dios consiste en que creáis a aquél que Él envió (Jn 6, 29).
Hoy, que vivimos inmersos en la cultura de la superficialidad, de la imagen, de las redes sociales, parece que las cosas adquieren valor solamente cuando aparecen en los medios. Pero quien ha asimilado el mensaje de Jesús relativiza las obras. Dice santa Teresita: Cuando pienso en aquellas palabras del Señor: Traigo conmigo mi salario para pagar a cada uno según sus obras, me digo a mí misma que en mi caso Dios va a verse en un gran apuro: ¡Yo no tengo obras! Así que no podrá pagarme según mis obras… Pues bien, me pagará según las suyas.
Cuando des limosna no hagas tocar la trompeta por delante.
Jesús no desacredita las obras buenas. No puede hacerlo; las ha practicado con sus padres desde niño. Lo que sí desacredita es la actitud de vanagloria y la búsqueda de reconocimientos humanos. Las actitudes narcisistas provocan en Jesús un fuerte rechazo. Por eso recurre al niño como modelo de vida. El niño que no sabe pavonearse por lo bueno que es, ni sabe deprimirse por lo malo que es. Pero sabe, sí, vivir despreocupado confiando plenamente en papá y mamá.
"Cuidad de no practicar vuestra justicia". Le doy gracias a Dios por su justicia. En este mundo mercantilista cuesta mucho aceptar que todo ya está pagado con la sangre de Cristo; que su justicia es GRATUITA y no RETRIBUTIVA (tanto me pagas tanto te doy).
Obras, por creer en Jesucristo y no para alcanzar conquistas: DIOS NO ESTÁ A LA VENTA.
¡Gloria a Dios!