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21/09/2024 San Mateo, Evangelista (Mt 9, 9-13)

Cuando se iba de allí, al pasar, vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: Sígueme. Él se levantó y le siguió.

 

Así nos presenta Mateo el momento más importante de su vida: el de su encuentro con Jesús y el cambio tan drástico de su existencia. Todo sucedió como por casualidad, de forma inopinada: al pasar. Nunca se habían visto. Pero cuando se encuentran y Jesús le dice sígueme, Mateo se levanta de su silla, lo deja todo y le sigue. Así de sencillo.

Mateo es judío y escribe para judíos. De ahí su empeño constante en probar distintos momentos de la vida de Jesús con citas de las Escrituras.

En aquella sociedad la religión era lo fundamental, aunque no para Mateo y su gremio de odiados recaudadores. Pero era una religiosidad de sabor mercantil; desde la santidad hasta la salvación, todo tenía un precio. Se hablaba frecuentemente de ley, de pecado, de premio, de castigo… Todavía queda algo de eso en ambientes cristianos.

Mateo, tras su encuentro con Jesús, ha invitado a sus colegas a una comida de despedida. Jesús es el invitado de honor. Sentado a la mesa, entre los repudiados por los buenos, Jesús nos dice a quienes nos consideramos mejores: Id a aprender qué significa Misericordia quiero, que no sacrificio.

Por muy correctos y piadosos que seamos, nos movemos fuera de la órbita del Evangelio cuando pensamos o hablamos o actuamos ajenos a la misericordia.

Jesús no sermonea a sus compañeros de mesa. Sencillamente come con ellos. Todos se sienten cómodos. Así es como Mateo y Jesús, nos invitan a dejar el TODO TIENE UN PRECIO, para adherirnos al TODO ES GRACIA.

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