Entró en Jericó y la fue atravesando, cuando un hombre llamado Zaqueo, jefe de recaudadores y muy rico, intentaba ver quién era Jesús.
¡Y claro que lo vio! Zaqueo descubre en Jesús que es posible amar gratuitamente. Descubre que es apreciado y querido a pesar de su escandalosa vida. Y asÃ, como comenta el Papa Francisco, él mismo se vuelve capaz de amar a los demás. La mirada de Jesús va más allá de los pecados y los prejuicios; mira a las personas con los ojos de Dios, que no se queda en el mal pasado, sino que vislumbra el bien futuro. La salvación de Jesús es para todos; también para quien ejerce una profesión deshonesta o para quien se adhiere a una ideologÃa aparentemente incompatible con lo cristiano.
Al verlo, murmuraban todos porque entraba a hospedarse en casa de un pecador.
Jesús escandaliza a los buenos; como escandalizó Dios a Jonás cuando se arrepintió del castigo anunciado contra NÃnive. Jonás se disgustó tanto de que no se cumpliese su profecÃa que oró asÃ: ¡Ah, Señor, ya me lo decÃa yo cuando estaba en mi tierra! Porque sé que eres un Dios compasivo y clemente, paciente y misericordioso, que te arrepientes de las amenazas. Pues bien, Señor, quÃtame la vida; más vale morir que vivir (Jonás 4,1-3).
Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también él es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y salvar lo perdido.
¡Cuánto se alegra el Pastor al encontrar la oveja perdida! ¡Cuánto se alegra el Padre de encontrar al hijo perdido! HabÃa que hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, se habÃa perdido y ha sido encontrado (Lc 15, 32).