23/08/2025 Sábado 20 (Mt 23, 1-12)
- Angel Santesteban
- 22 ago
- 2 Min. de lectura
En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Lo que os digan ponedlo por obra, pero no los imitéis; pues dicen y no hacen.
Jesús dirige estas palabras a todos, a la gente en general. Les dice, nos dice, que la religión no debe convertirse en una institución en la que unos mandan y otros obedecen. Para Jesús, autoridad es sinónimo de servicio. Todos, dice el Papa Francisco, somos hermanos y no debemos de ninguna manera dominar a los otros y mirarlos desde arriba. Jesús, que es manso y humilde de corazón, ha venido no para ser servido sino para servir. Toda autoridad, religiosa o de cualquier otra clase, debe tener como fin primordial el bienestar del pueblo.
Vosotros no os hagáis llamar maestros, pues uno solo es vuestro maestro.
Esta frase, y las que siguen, son para los discípulos; son claramente antijerárquicas. Y son muy saludables para todos: obispos, monjas de clausura, cristianos de a pie… Porque todos llevamos dentro los gérmenes de la ambición y de la vanidad. Son frases muy oportunas porque, ¿por qué continuamos encandilados por distinciones y títulos honoríficos? Claro que sabemos hermosearlo todo con aureolas de sacralidad, y tratamos de convencernos de que lo hacemos para la mayor gloria de Dios, sin caer en la cuenta de que estamos adulterando el mensaje de Jesús.
El mayor entre vosotros sea vuestro servidor.
El escaparate visible de nuestra Iglesia exhibe poco el servicio humilde y sencillo. Aparece más la pompa y el oropel, como en la arquitectura barroca de muchos de nuestros templos. Todos, desde el Papa hasta el cristiano más anónimo, debemos empeñarnos en dar nuestro testimonio sencillo y callado de servicio. Como María de Nazaret.
Comentarios