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23/09/2023 San Pío de Pietrelcina (Lc 8, 4-15)

Salió el sembrador a sembrar la semilla.

La tarea del sembrador, nuestra tarea, es sembrar. Sin pensar en la cosecha. Moviéndonos siempre en la órbita de la fe. Por tanto, sin desalientos ante resultados decepcionantes a nivel personal o colectivo. Atentos siempre a que la semilla no sea asfixiada por la rutina o la mundanidad.

Jesús no se desmoraliza ante la pobre acogida de su mensaje. Sabe que, a pesar de todos los pesares, la cosecha final está garantizada, porque el hombre duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo (Mc 4, 27).

A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás solo en parábolas, para que viendo, no vean, y escuchando, no comprendan.

Sorprenden mucho estas palabras de Isaías que Jesús hace suyas. ¿Cómo entenderlas? Como las entiende san Pablo. La predicación del Evangelio tropieza siempre con la incomprensión de muchos, también entre los buenos. El Señor cuenta con esa incomprensión como cuenta con la cizaña en el campo de trigo, o como cuenta con la rebeldía del pueblo judío para la salvación de todos (Rm 11, 25-26). Al fin y al cabo, todo, también el pecado, forma parte de los designios de Dios. Porque Dios encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos (Rm 11, 32).

Teresa de Lisieux, la muy especialmente favorecida con el conocimiento de los misterios del Reino, hace esta confidencia a su hermana Celina: Afortunadamente es a ti a quien estoy hablando, pues otras personas (se refiere a las santas religiosas de su comunidad) no sabrían comprender mi lenguaje, y confieso que a muy pocas almas les suena a verdadero.

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