¡Necio, esta noche te reclamarán la vida! Lo que has preparado, ¿para quién será?
Necio quien confía en dineros o riquezas materiales, y necio quien confía en méritos o riquezas espirituales. Así el libro del Apocalipsis: Dices que eres rico, que tienes abundancia y no te falta nada; y no te das cuenta de que eres desgraciado, miserable y pobre, ciego y desnudo. Yo a los que amo, los reprendo y corrijo. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo (Apo 3, 17-20).
Hay textos que, dentro del espíritu del Antiguo Testamento, pueden ser ondeados como banderas de la reciprocidad y de los méritos. Por ejemplo: Tú pagas al hombre conforme a sus obras (Salmo 62, 13). Pero quien ha asimilado el espíritu del Evangelio ondea la bandera de la gratuidad e interpreta todo texto desde el Evangelio. Como Teresita: Me digo a mí misma que en mi caso Dios va a verse en un gran apuro, porque yo no tengo obras. Pues bien, me pagará según las suyas.
Teresita ha asimilado perfectamente el espíritu del Evangelio. Como Pablo: Al que ejecuta una tarea le dan el salario como paga, no como merced. Al que no la ejecuta, sino que se fía del que hace justo al malvado, la fe se le apunta a su haber. En este sentido pronuncia David la bienaventuranza del que recibe de Dios la justificación sin mérito de obras (Rm 4, 4-6).
Fe, confianza, abandono. En los brazos del Padre. Como niños. Con las manos vacías. Desprendidos de toda posesión, de toda seguridad, de todo afán, de todo ego. Esta confianza y abandono lo suple todo.
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