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24/08/2020 San Bartolomé (Jn 1, 45-51)

Felipe encuentra a Natanael y le dice: Aquel de quien escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, el hijo de José, el de Nazaret.

En esta fiesta de San Bartolomé, a quien el Evangelista Juan prefiere llamar Natanael, vemos su primer encuentro con Jesús. Quien lo provoca es su amigo Felipe. Son buenos amigos, aunque ¡tan distintos! Felipe, el sencillo, el entusiasta; Bartolomé, el reservado, el escéptico. Damos todos gracias al Señor por los Felipes que ha puesto en nuestra vida. Como Felipe, todos estamos llamados a ser propagadores del Evangelio en nuestras relaciones con familiares y amigos. Con toda naturalidad. Basta con ser auténticos y transparentes en la vivencia de la fe. Sin detenernos en objeciones o discusiones. Sencillamente, como Felipe, facilitamos el encuentro con Jesús: Ven y verás. Ahí concluye nuestra tarea. El resto es cosa suya. Le costará poco seducir a Bartolomé como sedujo antes a Felipe.

Rabbí, tú eres el Hijo de Dios… Jesús le contestó: ¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.

Los seducidos por Jesús estamos llamados a no contentarnos con ninguna de sus magníficas transfiguraciones; estamos llamados a suspirar siempre por cosas mayores. A suspirar, como Pablo, a un mayor conocimiento y a una mayor intimidad con Él: Que podamos comprender con todos los santos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo que excede todo conocimiento, y os llenéis de toda la plenitud de Dios (Ef 3, 18-19). Arraigados y edificados en Él; apoyados en la fe, tal como se os enseñó, rebosando en agradecimiento (Col 2, 7).

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