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25/06/2020 Jueves 12 (Mt 7, 21-29)

El gran Sermón de la Montaña comprende los capítulos 5, 6 y 7 del Evangelio de Mateo. Comienza con la Bienaventuranzas y concluye con la parábola de las dos casas que escuchamos hoy.

La primera casa es construida sobre roca: Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron sobre la casa; pero no se hundió porque estaba cimentada sobre roca.

Jesús no habla de buenos y malos, sino de sensatos y necios. Así también en otras parábolas: la de las diez muchachas, la del rico necio… El necio edifica su casa sobre arena, sobre satisfacciones transitorias e inconsistentes. El sensato edifica su casa sobre roca; sabe escuchar y poner en práctica la Palabra de Dios y hace realidad el Evangelio.

La segunda casa es construida sobre arena: Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.

Podríamos predicar maravillosamente bien, y ser expertos en expulsar demonios, y decir mucho ¡Señor, Señor!, pero ser necios por no poner la Palabra de Dios como fundamento de vida.

Sucede que el necio puede estar convencido de ser sensato, creyendo tener su casa cimentada sobre roca cuando, en realidad, la tiene edificada sobre devociones y tradiciones ajenas al Evangelio.

Dice el Papa Francisco: Creer en Dios más que predicarle es practicarle. Las palabras pierden su sentido si no van acompañadas del testimonio de vida. Jesús es la Palabra encarnada de Dios, por eso no hay vida cristiana sin obrar la Palabra, sin traducirla en actitudes, gestos y acciones concretas. Solo una fe basada en el testimonio de vida y en la encarnación en nuestros ambientes es una fe cimentada sobre la roca del Evangelio.

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