25/06/2025 Miércoles 12 (Mt 7, 15-20)
- Angel Santesteban
- 24 jun
- 2 Min. de lectura
Un árbol sano da frutos buenos, un árbol enfermo da frutos malos.
Hoy es la imagen del árbol. En otra ocasión será la imagen de la vid. Hoy Jesús nos dice que el árbol que no da frutos buenos será cortado y echado al fuego. No dice, como cuando hable de la vid, que el árbol que sí da frutos buenos será podado para que dé aún más fruto (Jn 15, 2). Hoy se trata de fijar la atención más en el árbol que en los frutos. Se trata de cuidar la buena salud del árbol.
¿Cómo hacerlo? Porque dedicación y entrega no son suficientes. Existen, también hoy, los falsos profetas muy dedicados y muy entregados…; y muy equivocados. Para ser buen árbol es necesario, como dice san Pablo, vivir arraigados y cimentados en Él (Col 2, 7). Esto hacemos cuando nuestra oración se nutre de la Palabra de Dios. De no ser así podríamos practicar una oración muy intimista pero muy poco cristiana. La gran maestra de oración, Teresa de Jesús, se lamenta: ¡Quién tuviera palabras, Señor mío, para dar a entender qué dais a los que se fían de Vos, y qué pierden los que se quedan consigo mismos!
¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?
Probablemente nos cuesta poco vernos representados por los espinos y abrojos. Ya nos dijo Jesús que somos malos (Lc 11, 13). San Pablo se veía a sí mismo, vendido al poder del pecado (Rm 7, 14).
Por eso, que domine en nosotros la humildad. ¡Es tan fácil vivir engañados! ¡Tan fácil vivir equivocados y lleno de buenas intenciones! Los frutos son cosa suya, no mía: Sin mí no podéis hacer nada (Jn 15, 1-5).
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