No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber? Ellos replicaron: Podemos.
Los tres responden al unísono; tanto Salomé, la madre, como los dos hijos, Santiago y Juan. No sabemos si ha sido ella quien ha traído sus hijos a Jesús para conseguir los mejores puestos políticos del próximo reino mesiánico, o si han sido ellos quienes han echado mano de su madre como mejor garantía para satisfacer sus ambiciones. No es que importe tanto cómo haya sido; al fin y al cabo, la tentación de ser más que los demás está bien enraizada en todo ser humano.
Cuando los diez restantes discípulos se enteraron de la estratagema, se indignaron contra los dos hermanos. El Papa Francisco comenta: Frente a los que luchan por alcanzar el poder y el éxito para hacerse ver, frente a los que quieren ser reconocidos por sus propios méritos y trabajos, los discípulos están llamados a hacer lo contrario. Por eso les advierte: Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor. Con estas palabras señala que en la comunidad cristiana el modelo de autoridad es el servicio.
El camino de Santiago, el camino de su hermano Juan, el camino de su madre Salomé, el camino de todos nosotros, es el camino del amor. Es el camino de un salir ininterrumpido: salir de nosotros mismos, despreocupándonos cada día un poco más de lo nuestro, para vivir cada día un poco más orientados hacia los demás.
Santiago formó parte del círculo más íntimo de Jesús. Fue el primero en llegar a la meta; el primero en dar testimonio de Jesús con su vida. Que la celebración de esta fiesta de Santiago, Santiago el del camino, nos ayude a encontrar y seguir la ruta que nos conduzca a la meta de la plenitud de la vida.
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