¡Hipócritas! Sabéis interpretar el aspecto de la tierra y el cielo, ¿y no sabéis interpretar la coyuntura presente?
Hoy, gracias a satélites que giran en torno a la tierra, somos expertos en interpretar los tiempos meteorológicos. Pero seguimos siendo poco expertos en interpretar la coyuntura presente de los tiempos mesiánicos que los profetas captaron en toda su esplendidez: Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis; alegraos de su alegría los que por ella llevasteis luto; mamaréis de sus pechos y os saciaréis de sus consuelos, y apuraréis las delicias de sus ubres abundantes (Is 66, 10-11).
El creyente debe parecerse a los especialistas que nos anuncian en la tele el tiempo que nos espera en los próximos días. El creyente debe ser especialista en proclamar los tiempos maravillosos que nos toca vivir. Para tal especialización necesitamos alejarnos de estrépitos entontecedores y de superficialidades embaucadoras. Necesitamos seguir el ejemplo de Jesús que, todos los días, se retiraba a lugares solitarios para pasar un rato a solas con el Padre. Si así hacemos comprenderemos que estos tiempos que nos toca vivir, hablemos del siglo 21 o hablemos de nuestra edad, son los mejores tiempos; aunque sean tiempos recios. Nunca añoremos tiempos pasados.
San Pablo cita a Isaías que dice: En el tiempo favorable te escuché, y en el día de salvación te ayudé (Is 49, 8). Y comenta: Mirad, éste es el tiempo favorable, éste el día de salvación (2 Cor 6, 2). Porque al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer (Gal 4, 4).
Soy verdadero creyente si transmito con vida y palabras la plenitud que la fe en Jesús, el Salvador, infunde en mí.
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