No penséis que he venido a abolir la ley y los profetas. No he venido a abolir sino a dar cumplimiento.
San Pablo comenta: El amor es el cumplimiento cabal de la ley (Rm 13, 10). En esta misma línea de pensamiento, fue san Agustín quien acuñó una de las frases más icónicas de la espiritualidad cristiana: Ama y haz lo que quieras. Frase que continuaba así: Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos.
Igual que la misericordia está muy por encima del juicio, el amor está muy por encima de la ley. Esto lo saben bien los enamorados. Como saben también que el amor se expresa y se reconoce en pequeños detalles. Esto es lo que nos pide Jesús cuando habla de guardar hasta la última letra o tilde de la ley. Nos pide autenticidad, no solo en las cosas grandes de la vida, sino también en las pequeñas del día a día. El secreto del verdadero seguimiento y del verdadero discipulado está en la fidelidad en lo pequeño.
El seguimiento de Jesús no tiene nada que ver con el cumplimiento estricto de la ley. Esto no encaja con el amor llevado hasta el extremo de la cruz. En el amor no hay lógica ni cálculo. El amor es exuberancia y es gratuidad. El discípulo que vive imbuido del Espíritu de Jesús, no echa por tierra ninguna ley, pero busca y encuentra el verdadero sentido de toda ley o de toda norma poniendo como meta el amor, cumplimiento cabal de la ley.
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