26/06/2025 Jueves 12 (Mt 7, 21-29)
- Angel Santesteban
- 25 jun
- 2 Min. de lectura
Quien escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a un hombre prudente que construyó su casa sobre roca.
Es el final del Sermón de la Montaña. Jesús resume todo lo dicho en esta parábola de los dos constructores: el sensato que construye su casa sobre roca, y el insensato que construye su casa sobre arena. Tormentas y seísmos sacuden ambas casas. La construida sobre arena se derrumba en seguida como castillo de naipes. La construida sobre la roca de estas palabras mías, aguanta firme.
Hay dos formas de seguimiento, de discipulado, de ser cristiano. Una es la de quien escucha estas palabras mías y las pone en práctica; otra es la de quien escucha estas palabras mías y no las pone en práctica. Ambas comienzan por la escucha de estas palabras mías. Sin esa escucha no hay verdadero seguimiento. Lo de palabras mías, aplicable a toda la Escritura, vale especialmente para los Evangelios. Sin ellos como alimento de la oración, construimos sobre arena. ¿Quizá permaneciendo anclados en la espiritualidad del Antiguo Testamento? ¿O quizá porque, teniendo conocimientos más elevados, nos falta el amor, y si no tengo amor, no soy nada? (1 Cor 13, 2).
Estas palabras mías son poderosas. Con ellas Jesús cura toda clase de enfermedades, y perdona todo tipo de pecados. Estas palabras mías son igualmente poderosas ahora. Por eso que para un fervoroso seguidor de Jesús no existe ningún libro comparable al de los Evangelios. El fervoroso seguidor de Jesús construye su vida entera sobre estas palabras mías. Como lo hacía santa Teresita: Solo tengo que poner los ojos en el santo Evangelio para respirar los perfumes de la vida de Jesús y saber hacia dónde correr.
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