26/08/2025 Santa Teresa de Jesús Jornet (Mt 23, 23-26)

¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la lealtad!

La atención dedicada a lo externo y secundario, no se dedica a lo interno e importante. Quien atiende mucho a indumentarias, protocolos y ceremoniales tiene el trampolín preparado para la inmoralidad y el escándalo. De eso pecaba la religiosidad de aquellos fariseos y escribas. De eso pecaba también la religiosidad judía de siglos anteriores. Lo vemos en la queja de Dios en Isaías ocho siglos antes de Jesús: ¿De qué me sirve la multitud de vuestros sacrificios? Estoy harto de ellos. Aprended a obrar bien; buscad el derecho, socorred al oprimido; defended al huérfano, proteged a la viuda. Entonces, aunque vuestros pecados sean rojos como escarlata, quedarán como lana (Is 1, 10-18). Lo vemos también en los salmos: Un sacrificio no te satisface; si te ofrezco un holocausto, no lo aceptas. Para Dios, sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios, no lo desprecias (Salmo 51, 18).

No es difícil detectar hoy semejante distorsión de lo religioso entre los seguidores de Jesús. Hay clérigos y religiosos y cristianos de a pie más pendientes de leyes e instituciones que del bienestar de sus prójimos. ¿Quizá porque se les inculcó desde niños la idea de un Dios representado por un ojo enmarcado en un triángulo?

Descuidáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la lealtad.

Jesús insiste en lo fundamental. Y lo fundamental de su vida y de la de quienes nos decimos cristianos son la misericordia y el amor gratuito, especialmente hacia los más desgraciados.