Cuando se puso en camino, llegó uno corriendo, se arrodilló ante Él y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar vida eterna?
En Mateo (19, 20) se trata de un hombre joven. Se acerca corriendo, se irá apesadumbrado. Está demasiado apegado a sus riquezas. Este episodio del joven rico nos hace evocar las parábolas del tesoro y de la perla: para apropiarse de ellos es necesario vender todo lo que uno tiene.
Conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás…
A quienes Dios no llama de manera especial, a los no creyentes, les es suficiente con guardar los mandamientos. Fijémonos que Jesús recita solamente los que hacen referencia a los prójimos, omitiendo los tres primeros que se refieren a Dios
Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después, sígueme.
El joven se siente llamado a algo más. Jesús comprende su insatisfacción y le hace una propuesta: Una cosa te falta. A quienes Dios llama de manera especial, a los creyentes, Jesús nos asegura que no basta con guardar los mandamientos, que no basta con pensar en la propia salvación. Nos dice que dejemos de lado todo lo nuestro y le sigamos por el camino, desprendidos de todo.
Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios.
Los discípulos quedan espantados: Entonces, ¿quién puede salvarse? Hasta aquí han entendido perfectamente a Jesús. ¿Entenderán, entenderemos, lo que sigue: Para los hombres es imposible, no para Dios; todo es posible para Dios? ¿Sabremos poner toda nuestra confianza en la inagotable misericordia de Dios?
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