27/11/2023 Lunes 34 (Lc 21, 1-4)
- Angel Santesteban
- 26 nov 2023
- 2 Min. de lectura
Os aseguro que esa pobre viuda ha puesto más que todos.
En el pregón del Reino que son las Bienaventuranzas, Jesús nos mostraba la radical diferencia entre los valores del mundo y los del Evangelio. Hoy Jesús nos invita a contemplar esa radical diferencia en el gesto de las dos monedicas de la viuda pobre. Es un gesto que habla con elocuencia de desprendimiento y de confianza; desprendimiento de todo, incluida ella misma, porque tiene puesta toda su confianza en Dios. Es un gesto hecho con naturalidad; en el anonimato. El único que se entera es Jesús; aprovecha la ocasión para adoctrinar a los discípulos.
La vida y la predicación de Jesús están dominadas por la idea del advenimiento del reino de Dios encarnado en su persona. Es un advenimiento humilde y discreto, carente de espectacularidad, realizado en la interioridad de personas como la viuda pobre. El corazón de esta mujer goza de muy buena salud; late al mismo ritmo del de María de Nazaret, la dichosa por haberse fiado; al ritmo del de María de Betania, la que quebró el frasco de un costoso perfume para derramarlo sobre la cabeza de Jesús (Mc 14, 3).
Contemplamos a este Jesús. Contemplamos cómo contempla; cómo sus ojos entran en lo profundo del corazón. Contemplamos también a la viuda pobre que tanto nos enseña a quienes vivimos condicionados por medios de comunicación y opiniones públicas. Buena representante de tantos hombres y mujeres que, desde el perfecto anonimato, transfiguran el corazón de Jesús: Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños (Mt 11, 25).
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