Por aquel tiempo subió a una montaña a orar y se pasó la noche orando a Dios.
Lucas es el evangelista que más frecuentemente presenta a Jesús en oración. Lo ha hecho en 3, 21, en 4, 42 y en 5, 16; lo hará en 9, 18, en 9, 28, en 11, 9 y en 22, 41. Normalmente Jesús se retiraba a lugares solitarios para orar cuando la aurora asomaba por el horizonte. Hoy, ante algo tan importante como la elección de los Doce, se pasa la noche entera en oración. ¿Necesita todo ese tiempo para sopesar los pros y los contras de cada uno de los posibles candidatos? Probablemente no; necesita todo ese tiempo para afianzarse en la confianza, en el abandono, y dejar la responsabilidad de la elección en manos de Abbá y del Espíritu.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, eligió entre ellos a doce y los llamó apóstoles.
De alguno de ellos sabemos muchas cosas; de otros, como los que hoy celebramos Simón y Judas, apenas sus nombres. De todos ellos sabemos lo que más importa; que un día fueron llamados a formar parte del grupo de sus íntimos: A vosotros os he llamado amigos porque os comuniqué cuanto escuché a mi Padre (Jn 15, 15).
Toda la gente intentaba tocarlo porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.
Todos somos apóstoles. Al recibir el regalo de la fe, recibimos la misión de ser y actuar como Él: La cercanía de Dios a su pueblo es la cercanía de Jesús con la gente. Toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de Él una fuerza que los curaba a todos. Así cercano, en medio del pueblo (Papa Francisco).
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