A unos que ponderaban los hermosos sillares del templo y la belleza de su ornamentación les dijo: Llegará un dÃa en que todo lo que contempláis lo derribarán sin dejar piedra sobre piedra.
Es el comienzo, en el Evangelio de Lucas, del largo discurso de Jesús sobre la destrucción de Jerusalén y sobre el final de los tiempos. ParecerÃa una profecÃa aterradora, pero está salpicada de palabras que invitan a la entereza, a la tranquilidad, a la esperanza. Por ejemplo:
- Esto os sucederá para que deis testimonio (v 13).
- Sin embargo no se perderá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra constancia ganaréis vuestras vidas (vv 18-19).
- Cuando comience a suceder todo eso, erguÃos y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación (v 28).
Y para rematar el discurso Jesús nos dice: Velad en todo momento, pidiendo poder escapar de cuanto va a suceder y presentaros ante el Hijo del Hombre (v 36).
Jesús, como a los discÃpulos de GetsemanÃ, nos anima a estar despiertos: Velad y orad para no sucumbir en la prueba (Mc 14, 38). Todos, como Él mismo, tenemos que superar la prueba. Prueba que, a veces, nos aterra y nos hace pensar que no va a quedar en nosotros piedra sobre piedra. Y es que, como dice un autor de nuestros dÃas, el hombre no llega a vivir una experiencia profunda de lo divino si no pasa por la prueba lÃmite; si no se ve al borde del abismo de la tentación más agobiante; si no siente el vértigo del precipicio del más desesperado abandono; si no se encuentra absolutamente solo, en la cima de la soledad más radical.