Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María para darles el pésame por la muerte de su hermano.
Hasta hace poco celebrábamos en este día a santa Marta. El Papa Francisco dispuso el año 2021 que ésta sea la fiesta de los tres hermanos de Betania: Marta, María y Lázaro. Buena la disposición porque, como dice Juan en su Evangelio, los tres eran amigos de Jesús: Jesús era amigo de Marta, de su hermana y de Lázaro (Jn 11, 5). Los tres muy distintos. Marta la activa, María la contemplativa, y Lázaro el que nunca hace ni dice nada.
Los tres forman parte del círculo de Jesús, pero de manera distinta a la de los apóstoles o las mujeres que le seguían; lo suyo es la amistad. Betania es el lugar en que mejor apreciamos la afectividad de Jesús. Lo vemos en la familiaridad con que Marta trata a Jesús: Si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto (Jn 11, 21); lo vemos en la devoción de María que, cuando Jesús llega a su casa, sentada a los pies de Jesús escuchaba sus palabras (Lc 10, 39); lo vemos en el comentario de los judíos cuando Jesús llora ante la tumba de Lázaro: ¡Cómo lo quería! (Jn 11, 36). En Betania, amistad y discipulado son la misma cosa.
Pero también entre los amigos de Jesús aparecen los roces y las tensiones. La buena armonía de Betania se rompe cuando Marta se queja: Maestro, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en esta tarea? Dile que me ayude. Tiene razón Marta. Pero es que la convivencia no es cosa de la razón. Es cosa del amor. Amor que tiene poco de razonable, como el del Señor por nosotros.
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