Os aseguro que veréis el cielo abierto y los ángeles de Dios subiendo y bajando por este Hombre.
Muy acertadas y muy esclarecedoras palabras de Jesús para celebrar esta fiesta de los Arcángeles Miguel =¿quién como Dios?, Gabriel = fuerza de Dios, y Rafael = medicina de Dios. Son nombres, son mensajes, son signos de la presencia del amor de Dios; como los Ángeles Custodios que celebraremos pronto.
Cuando Jesús dirige estas palabras a Natanael, y a todos nosotros, está rememorando el sueño de la escalera de Jacob: Soñó con una escalera apoyada en la tierra, cuya cima tocaba los cielos, y vio que los ángeles de Dios subían y bajaban por ella (Gen 28, 12). Este sueño se realiza plenamente en el momento en que Jesús es levantado en la cruz: Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí (Jn 12, 32). Es entonces cuando los ángeles de Dios suben y bajan a placer, porque Dios reconcilia por Él y para Él todas las cosas pacificando, mediante la sangre de su cruz, los seres de la tierra y de los cielos (Col 1, 20).
Ángeles y Arcángeles son manifestaciones de la providencia, del amor de Abbá por la humanidad y por cada uno de sus hijos. Manifestaciones que se encarnan en Jesús. Todos nosotros estamos llamados a ser ángeles: manifestaciones de esa gloria, de esa providencia y de ese amor viviendo orientados hacia los prójimos, como Felipe lo fue para Natanael. No olvidemos que la fe, siendo algo tan estupendo y maravilloso, no deja de ser algo secundario. Lo esencial es el amor; ese amor que resplandece en el Crucificado y que vemos reflejado en espíritus angélicos o en ángeles de carne y hueso.
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