El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo…; a un mercader que anda buscando perlas finas…
Un hombre no busca nada, pero encuentra un tesoro. Otro busca perlas finas, y acaba descubriendo una de gran valor. Los dos, para hacerse con el tesoro y la perla, tienen que vender todo lo que tienen. Lo hacen muy contentos, porque lo que han encontrado supera todos sus sueños. Tampoco les importa que las personas de su entorno no les comprendan. A un hombre o a una mujer que han encontrado el amor de su vida, no les cuesta nada renunciar a todo lo demás.
Estas dos parábolas del tesoro y de la perla valen para todos, especialmente para quienes viven una vida aburrida y sin sentido. Pero valen, sobre todo, para los cristianos que viven lo religioso con cara de funeral. Los cristianos que deambulan por el campo, sin sospechar que ese campo, la Iglesia, esconde un fabuloso tesoro.
Haré bien en preguntarme ante el Señor si de verdad he descubierto el tesoro y he encontrado la perla de gran valor. ¿Daré una respuesta afirmativa? Así será si se me ensancha el corazón proclamando a Jesús como Señor y Salvador. Así será si en mi oración, iluminada por la Palabra de Dios, dominan la alabanza y el agradecimiento. Así será si me vida está marcada por la alegría. Es lo que Jesús quiere para todos: Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea colmada (Jn 15, 11). San Pablo nos lo recuerda: Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres (Flp 4, 4).
Dice el Papa Francisco que quien ha encontrado este tesoro tiene un corazón creativo y buscador, que no repite sino que inventa, trazando y recorriendo caminos nuevos, que nos llevan a amar a Dios, a amar a los otros, a amarnos verdaderamente a nosotros mismos.
Qué generoso eres Dios mío. Qué grande eres. Qué dos formas tan preciosas de encontrarte. El campesino no te buscaba, y trabajando la tierra, encuentra un tesoro, te encuentra a Ti, por "casualidad". Vende todo lo que tiene y compra el campo. El segundo es un comerciante que sí que busca, y encuentra una perla preciosa, y también vende lo que tiene para adquirirla.
Cómo me tranquiliza saber que tu Reino está al ALCANCE DE TODOS; de los que te buscan y de los te encuentran sin buscarte.
¡Gloria a Dios!