31/07/2025 San Ignacio de Loyola (Mt 13, 47-53)
- Angel Santesteban
- 30 jul
- 2 Min. de lectura
El Reino de Dios se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces.
El Reino de Dios. Para comprender eso que Jesús llama el Reino de Dios, hay que acudir al Evangelio; es ahí donde el Reino de Dios adquiere todo su sentido. Así lo entendió y vivió santa Teresita: Solo tengo que poner los ojos en el santo Evangelio para respirar los perfumes de la vida de Jesús y saber hacia dónde correr.
El Evangelio de hoy es el final del discurso de las parábolas de Jesús. La penúltima de ellas es la de la red. Todos los peces, buenos y malos, caen atrapados en la red. Y cuando la red se llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, reúnen los buenos en cestas y los que no valen los tiran. Así sucederá al fin del mundo. Como en la parábola de la cizaña, el fuego acaba con toda mala hierba y con todo pez malo.
También esta parábola de la red, como la del juicio final, concluye con una frase espeluznante: Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Cómo así que Jesús, el bondadoso y compasivo, recurre a la amenaza y al miedo?
Jesús se está dirigiendo a personas ocupadas con lo que tienen entre manos y despreocupadas de Dios y de los prójimos. Son personas amodorradas que necesitan ser despertadas con una buena sacudida. En asunto tan fundamental, Jesús cree que el fin justifica los medios. La cosa es sacar a la gente de su letargo, para hacer que de verdad le escuchen. Entonces, una vez espabilados y atentos a su palabra, podrá hablar de manera menos dramática y más apacible.
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